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Menonitas: ¿Una elección de vida o un encarcelamiento?

Un viaje a través del tiempo

Menonitas. Sin celulares ni electricidad. ¿Una elección de vida o un encarcelamiento?
FOTO: Menonitas. DeviantArt

Colonia de los menonitas de Nueva Esperanza en Guatraché, La Pampa, Argentina. Sus hábitos, costumbres y modos de relacionamientos se remontan al siglo pasado. No tienen gas, tendido eléctrico, cines, cadenas de supermercados ni shoppings.

Camino polvoriento. Ruedas de hierro del Buggy dejan rastros. Jacobo, un escuálido rubión de unos cuarenta, vestimenta sobria de overol oscuro y camisa clara cuadrillé, maneja.

Ruidos de cánticos de pájaros, graznidos y chillidos de otros bicharracos. 

Nuestros caballos relinchan. Jacobo se detiene ante la irrupción de un cuis con sus crías que obstaculiza nuestro paso. El animal se esfuma rápidamente entre pastizales largos. Mientras, el manso y gentil hombre me pone en conocimiento de la fauna pampeana. Cabras del monte, gatos monteses, perdices, caburés, comadrejas, cuises, lagartos, murciélagos, palomas montaraces y hasta pumas zorros grises y zorrinos habitan aquí.

Nuevamente, el buggy continúa la marcha sin prisa. En ese momento, intento fotografiar el animal y sus crías que se interpusieron en el camino aunque no lo consigo.

—¡No me vayas a apuntar con eso!—  dice Jacobo, refunfuñando, en referencia a mi cámara fotográfica.
1400 personas viven en una colonia menonita en La Pampa | Perfil

Los menonitas según Jacobo

Por su parte, Jacobo profiere pocas palabras y habla poco, casi susurrando, mientras vamos arribando al pueblo. Me justifica su reciente reacción aludiendo que “cuando se toma una fotografía  se quita el alma”.  

Pronto, observo una vivienda equidistante de la tranquera y del horizonte. Nosotros conducíamos por un sendero que delimita con una campiña.

La vivienda es símil al resto. Las curioseé en el camino, remotas unas de otras. Sus techos de dos aguas, madera y chapas galvanizadas junto con el color de sus paredes blancas se imponen en la llanura. Algunas, de paredes celestes o de amarillo ocre.  Además, Jacobo me narra que todas fueron hechas de adobe mezclado con arena y cal por hombres de la familia.

Jacobo me menciona que se instalaron en nuestro país el año que Maradona y Bilardo nos hicieron campeones del Mundo. Las dieciséis mil hectáreas fueron divididas en nueve campos. Cada una con su jefe. 

—Ella es mi mujer, Marie—  dice Jacobo en referencia su esposa que evita hacer contacto visual conmigo.
Menonitas: los que esperan el fin del mundo en La Pampa
Menonitas: el pañuelo blanco sujetando el pelo identifica a la mujer soltera. Foto: Ignacio Gurruchaga

La recepción a su mundo

La mujer, pañuelo blanco en su pelo. Tiene un vestido con mangas de color azul y sobrio hasta sus tobillos. Me dá la bienvenida haciendo una reverencia con su cabeza. Intercambia algunas palabras ininteligibles con Jacobo, en un tono de voz muy bajo.

Luego, pasos atolondrados resuenan en el piso de madera interrumpiendo la parsimonia. Murmullos in crescendo. Doce niños con cabellos dorados y piel lechosa se aparecen. Las niñas, con vestidos largos de mangas con puntillas en las muñecas. Tienen sombreros que se atan en el cuello y medias blancas can can con zapatos negros. Los varones, pelo corto, overol, camisa blanca debajo del mismo y botas.

Rápidamente, otra niña, una enana paliducha con trenza corre a mí, hacia la entrada de la casa.

—Hallo, Hallo. Wie geths? (Hola, Hola. ¿Cómo va?) Mi nombre es Gertrudis—  dice la niña
—Linda… ¿Cómo estás? Me llamo Florencia— le contesto.
— ¿Cuántos años tenés? ¿Tenés hijos?— pregunta Gertrudis 
— Tengo 28 años. No, mi amor. No tengo tiempo— le respondo

La niñez y la lozanía

Jacobo tiene ahora, un rostro encolerizado. Su boca esboza palabras con serenidad: “Gertrudis no seas maleducada” dice. La infanta no se queda callada aún y lo arrincona a él con la misma pregunta del por qué no tengo hijos.

Jacobo hace caso omiso a la pregunta de la niña. Ellas deben contestar de forma sintética. Sobre todo, en ausencia del padre, marido o hermano.

Luego, me pregunto si la nena va al colegio y le consulto al padre. Me dice que sí.

Me menciona que ninguno de los menonitas concurre a la Universidad. Solo estudian desde los seis hasta los doce. Poemas, aritmética y la biblia.

Me explica que en la infancia y adolescencia, los varones aprenden oficios como carpintería y herrería. Mientras que, las niñas aprender costura y quehaceres domésticos.

Estoy al tanto de que ayudan en la granja familiar desde que pueden pararse. Es sabido que los menonitas son ahorrativos, austeros y están obligados a formar una familia como “Dios manda”.

Menonitas en La Pampa: una vida de película (parte I) | El Federal |  Conciencia Colectiva
Fotos Juan Carlos Casas

Plattdeutsch

El plautdietschplódichbajo alemán menonita es un grupo de dialectos relacionados con el bajo alemán hablados en Canadá, Costa Rica, Estados Unidos, México, Brasil, Perú, Bolivia, Paraguay, Chile, Honduras, Belice y Argentina por unos 300 000 menonitas.

Este grupo religioso huyó de la persecución que sufrían en los Países Bajos y Bélgica en el siglo XVI y se asentaron con el tiempo en los alrededores de la actual ciudad polaca de Gdansk (conocida en alemán como Danzig).

De orígenes principalmente frisio, flamenco y sajón, adoptaron el dialecto del bajo alemán que se hablaba en la Prusia occidental, pero mantuvieron algo del vocabulario neerlandés mientras vivieron en el delta del río Vístula de la Prusia imperial desde 1550 hasta 1790 aproximadamente.​

Al terminar el siglo XVIII, el Imperio ruso invitó a alemanes y personas del reino de Prusia a colonizar un área que Rusia había adquirido en las guerras turco-rusas en 1768-1774. Numerosos menonitas fundaron colonias de la región del Mar Negro, en la actual Ucrania.

Oraciones y rezos

Menonitas: ¿Una elección de vida o un encarcelamiento?

Concluida la charla, nos sentamos a la mesa. Palma con palma y ojos cerrados.

Oraciones y rezos en Plattdeutsch. El hombre de la casa me presenta públicamente. Le pide lo mismo a su prole de rostros dichosos y mansos.

Comento que soy de Buenos Aires. Uno de ellos es de River.

El niño me dice que en una visita a mi provincia, conoció Núñez. Su padre lo llevo a la cancha.

No sé cómo puede estar al tanto de lo que pasa con el Fútbol. Porque la Colonia Nueva Esperanza de Guatraché, no tiene tendido eléctrico alguno. Ni televisor, ni teléfono, ni ninguna otra tecnología actual. Leen solo el diario de la Colonia que está supervisado por el obispo.

Quizá no necesitan estar al tanto de lo que sucede en el exterior. Debido a que no votan. Tampoco van a las guerras. Son pacifistas.

La Colonia Menonita de Nueva Esperanza.

En efecto, el único contacto con el exterior se realiza cuando el “jefe de familia” y los hijos varones comercializan sus productos caseros. Lo hacen en la ciudad capital de Santa Rosa, La Pampa. En un bar humilde de allí, los afortunados que se contactan con el “mundo real”, pueden ojear El Litoral  o Clarín.

Marie, la esposa de Jacobo, comienza a encender una lámpara de querosene. Ella lo hace mientras Jacobo me comentaba todas esas cuestiones relativas a su cultura y sus transacciones comerciales. La lámpara nos alumbra algo. A su vez, el día raramente está nublado y sombrío.

La pampa es siempre soleado. Quizá una tormenta pronto llegará a la Colonia Menonita de Nueva Esperanza.

Posteriormente, escucho un diálogo cerca:

Wo ist est Gertrudis? (¿Dónde está Gertrudis?)

Pregunta la niña en su platdeusch (alemán plano).

Ich habe die Schweine gefüttert (Le dio de comer a los cerdos)

Murmura Marie

¡Der papi, Der papi, acá estoy!

Vocifera Gertrudis

El semblante extasiado de Gertrudis. Seguro algo inocente engendró. Huellas de barro en el piso parquet. Gertrudis innova en el ambiente de pulcritud.

La monotonia y los menonitas

La niña modifica la monotonía del lugar con su impertinencia y elocuencia. Me fascina. Marie la reta con su mirada y cortésmente la agarra de su mano y se despiden. Jacobo se disculpa. Le digo que entiendo las actitudes de su edad, también la tuve.

A los pocos minutos, regresa la niña y la mujer con su madre. Ropa nueva y cara limpia. Creo que los padres discuten sobre lo acontecido. Jacobo me traduce. Me cuenta que había enviado a Gertrudis a darle agua y cascaras de frutas a los Chanchos.

Gertrudis se había revolcado en el barro al jugar con un novillo. Me divierto con semejante anécdota. Les hago notar mi admiración hacia la niña.

Lo curioso e intrépido en un retoño denota inteligencia, les sostengo.

La “diabólica” modernidad

Menonitas: ¿Una elección de vida o un encarcelamiento?

Retomamos la primera conversación de la merienda. A cerca de cómo me enteré de la existencia de Nueva Esperanza. Prudentemente, la Colonia está alejada de la penetración de la “diabólica” modernidad. Modernidad que agobia con sus dispositivos eléctricos y avances tecnológicos. Según Jacobo, los alejarían de “Dios”.

Hago memoria y prosigo con el diálogo. Hace unos días, en Paraná, provincia de Entre Ríos, visité a una amiga. Me había comentado que tenía una prima que estaba trabajando de guía turística. Para la Municipalidad de Santa Rosa. Mi amiga me había dicho que solo los días sábados, su prima partía con un grupo de forasteros a una colonia menonita cerca de Guatraché.

Una tarde en el campo

Lo interesante de la travesía era que cada turista pasara una tarde en el campo y en la vivienda de distintas familias menonitas. Para conocer sus costumbres. Jacobo me comenta que accedieron a este “intercambio” para vender sus productos. Me dice que me llevaría a las dieciocho horas a la entrada de la Colonia. Allí nos retiraría nuevamente Tamara.

Finalizada la merienda. Abandonamos el hogar. Nos dirigimos caminando hacia la zona de la granja, tres minutos a pie. Tamara me había dicho que cada familia consume lo que produce. Crían aves de corral, cerdos, vacas y caballos y cultivan verduras.

También, ella me mencionó que la especialidad láctea es su principal actividad comercial. Venden quesos y leche, por fuera de la comunidad. Algunas veces confeccionan muebles con madera de caldén. Toda esta producción se realiza por encargo.

Gertrudis, la revolucionaria de los menonitas

Llegamos al chiquero. Luego, los demás corrales. Un poco más lejos, otros establos donde se hallan las vacas. Todos bien delimitados por troncos y alambres. Cerca de allí, están los tambos.

Marie me hace “seña” con la mano para que la siga a ella y a sus dos hijas. Mientras, Jacobo se dirige a la casa para calentar el agua para su mate. Lo hará en su añeja cocina a leña. Sus muchachos nos esperan en el establo.

Pasitos lentos con la gran muñeca germana. Con Gertrudis, su madre y hermanas vamos hacia la zona de ordeño. Estimo que nos llevará unos cuatro minutos de paseo. Mientras, tertuliamos del clima, de si estoy casada y de donde soy. Cuestiones irrisorias para comenzar una conversación.

Un tacho lleno de verduras medias podridas están en el medio de nuestro camino, próximo a las vacas. Marie bromea con que cuando se enoja le hace la comida con verdura podrida a su marido.

Lo más insurrecto que escuche de su boca. Me río. Dice que todo sirve para alimentar a los cerdos. Que a veces las usa de abono para hacer composta para fertilizar los cultivos de los menonitas.

Asimismo, consulto por qué se pelea con su marido habitualmente. Rápidamente, se entromete Gertrudis y no deja contestar. “Der papi no le da tiempo para que juegue mamá”

Colonia de los menonitas de Nueva Esperanza en Guatraché, La Pampa, Argentina. Sus hábitos, costumbres y modos de relacionamientos se remontan al siglo pasado.
El sulky es el único vehículo propio de los menonitas: usan autos, pero de personas fuera de la aldea. Tienen hijos en cantidad

La culpa de disfrutar

De eso se trata vivir en las colonias menonitas. Veo a todos ellos repletos de obligaciones. Despertarse a las cinco de la mañana. Ordeñar la vaca. Alimentar al ganado. Cortar el pasto con una guadaña o con un cortador de césped manual. Mover la tierra en la huerta. Recolectar verduras.

Los varones sacrifican pollo, terneros o vacas. Los carnean. Las mujeres empiezan a calentar el agua para el almuerzo. Y así, todo el día. La higienización de los hijos. La recolección de pasturas para el ganado. La elaboración de quesos, embutidos y mermeladas.

Marie no tiene momentos de ocio. Salvo los domingos. Ese día, la mujer toma té con su amiga. Con la misma amiga que disfruta de los vinilos de Elvis Presley. No obstante, ella lo hace en secreto porque el uso de dispositivos de audio está prohibido en la colonia.

Prohibido tomar alcohol

Si el obispo o su marido se enterasen, las reprenderían. Y no se atreva ella o Jacobo a festejar alguna velada con una copita de vino. Está prohibido tomar alcohol. Lo más divertido que vi fueron unas chicas saltar a la soga y a dos adolescentes jugar a las Damas en la sala de estar.

Ahora, en la zona de ordeño, se me resbalan los dedos en las ubres de la vaca. La mayor, Adaline me intenta enseñar.

La leche

Luego, Adaline bromea y apunta con una de las ubres de la vaca a su hermana. La salpica con leche. Siento que son felices a pesar del conformismo en el que viven. Intercambian momentos y juegos. Quizá son esclavos de la Biblia. No de las pantallas.

Nos retiramos. Emprendemos el regreso hacia la casa. Dentro, tomo mi Samsonite y mi Nikon. A retornar al siglo XXI. Rápidamente, agarro mis pertenencias.

Me despido de todos y, exclusivamente, abrazo a Gertrudis. Tiene su futuro escrito. Será madre y criará hijos. Quisiera esconderla en mi pecho para siempre.

Desde mi mirada etnocéntrica, ella extirpará el dogma de la austeridad y religiosidad. Lo hará con su habilidad y su alma revolucionaria que la conducirá al exilio.

La Colonia Menonita de Guatraché – Pablitoviajero
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