El 25 de Mayo es una fiesta nacional que conmemora la revolución de 1810 que dio lugar al primer gobierno argentino y a la independencia de España. Es una fiesta nacional que cierra los comercios y tiñe la ciudad de azul cielo y blanco, los colores de la revolución.
A principios del siglo XIX, Argentina era una colonia española, gobernada por un virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros. Cisneros actuaba como representante de la corona española y vivía en Buenos Aires para vigilar que Argentina no se aleja demasiado del rey que la reclamaba.
Pero cuando España entró en conflicto con Francia en 1810, el control español sobre las colonias sudamericanas empezó a resquebrajarse, un momento muy oportuno para los argentinos que buscaban deshacerse de sus gobernantes de ultramar.


25 de Mayo: el principio del fin de la administración de los Austrias
Cuando el gobierno español se disolvió, Cisneros se encontró sin autoridad formal y fue rápidamente apartado para dar paso al primer gobierno independiente de Argentina, conocido como la Primera Junta. Aunque la declaración formal de Independencia no se emitiría hasta el 9 de julio de 1816, la Revolución de Mayo dio inicio a la Guerra de la Independencia Argentina.
El 25 de mayo fue un paso decisivo en el camino de Argentina hacia la soberanía y -según una mezcla de historia y leyenda- los cielos soleados de este fatídico día inspiraron el sol que ahora se encuentra en el centro de la bandera argentina, conocido como el Sol de Mayo.
Las celebraciones formales tienen lugar en Buenos Aires y, para el resto del país, es un día para bajar el ritmo y recordar.
También es un día para disfrutar de un favorito de la repostería: el pastelito. Este pastelito frito relleno de membrillo es una tradición en este día patrio, aunque sus orígenes son un poco confusos. La historia susurrada habla de una anciana que vendía pastelitos en la calle, un dulce salado que se ha convertido en la mascota de la fiesta más por gusto que por tradición.